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Miyallenla aún guarda café para su hijo víctima de La Masacre en La Vega

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Una de las primeras cosas que hace Miyallenla Fernández en la mañana es colar café para todos en casa. Luego de que se han servido pregunta si quedó un poco en la cafetera, si le dicen que se acabó ella murmura que le guardará un poco del que queda en su taza a su hijo mayor, Richard de Jesús Briceño, quien fue víctima de una presunta ejecución extrajudicial el 8 de enero de 2021 en la parroquia La Vega, en Caracas.

Recuerda que un día antes, el 7 de enero, Richard de Jesús Briceño, a quien ella le decía cariñosamente “Maikel”, le expresó en la noche que se levantaría temprano cuando amaneciera.

En ese entonces, se vivían momentos de angustia porque la banda de “El Coqui” tenía tomada la zona y se escuchaban disparos durante todo el día, producto del enfrentamiento que sostenía con funcionarios policiales.“

A la mañana siguiente le digo, ‘Maikel’ ven a tomar café, y me responde que está arreglando un tubo ¿No te ibas a ir temprano?, le pregunto, y me dice que sí, su esposa estaba preparando el desayuno para ir a la casa de sus papás al Guarataro”, cuenta Miyallenla Fernández.

Mientras cocinaban el desayuno, Miyallenla, Richard y su hija bajaron a la plaza a seguir conversando y tomar café. De pronto, la tensa calma se tornó en desesperación cuando unos funcionarios ordenaron, a través de megáfonos, que todas las personas en el barrio se encerraran en sus casas. Había comenzado el operativo en La Vega, en el cual fallecerían 23 personas.

“Nos metimos en la casa y le digo a ‘Maikel’ que llegó el gobierno ¿Qué vamos a hacer? Y me dice que me quede tranquila ‘ellos saben a quién van a matar, ellos saben a quién están buscando. Yo no tengo nada que ver con esos tipos’, me repitió mi hijo”, relata Miyallenla Fernández.

Richard le pide a su madre que llame a su hermano, Jesús Briceño, y le diga que no suba hasta que se calme todo.

“Llamo a Jesús y me dice que está en la cauchera y me pregunta por Richard, y le digo que está aquí encerrado en la casa conmigo, me reclama que por qué se encerró, que está loco, que los policías no iban a creer en nadie e iban a entrar en la casa y matarían a todo aquel que estuviera allí.

Le respondí que eso no iba a pasar, que Dios nos cuida”, expresó Miyallenla.En ese instante Miyallenla le repitió a su hijo Richard todo lo que le había advertido su hermano Jesús por teléfono, que se cuidara él.

Y como un rayo que atraviesa el cielo en medio de una tormenta sucedió lo inevitable. Los funcionarios derribaron la puerta de la casa. Uno de ellos preguntó que quiénes estaban allí, posteriormente sacaron a Richard a la calle.

Les decía a los policías que no era ningún malandro, que trabajaba en una cauchera muy cerca de allí, en la redoma de “La India”. Después Miyallenla escuchó un disparo, su hijo había recibido el tiro en el axilar.

Suplicó a los funcionarios que le dejaran llevar a su hijo Richard al hospital, que ella se hacía responsable, pero no la dejaron.

Miyallenla le dijo a la esposa de Richard que estaba vivo todavía, sin embargo, asegura que lo metieron a la casa de otra vecina, lo arrodillaron y le dieron un tiro en el pecho. “Yo estaba en la ventana y vi todo. Incluso, cuando yo salí a buscarlo un funcionario no me dejó salir y una señora me dice que me calme que a mi hijo no le iba a pasar nada. Nos confiamos. A mi hijo me lo mata prácticamente es la confianza, porque si hubiese sabido, hasta a mí me hubiesen matado también”, dijo Miyallenla Fernández reteniendo las ganas de llorar.

La vida después

A Miyallenla se le hace un nudo en la garganta cuando trata de describir cómo es su vida y la de sus familiares luego del asesinato de Richard.

“A mí me cambió la vida por completo”, dice Miyallenla que se toma un tiempo para agarrar aire y seguir con su relato. “Vivo llena de odio, ya no me interesa la vida. Alguien me dice algo y no me importa, muchas veces trato de evitar porque tengo a las niñas (las hijas de Richard y Jesús), pero llega un momento en que no lo puedo hacer, estallo. Cuando veo a los funcionarios trato de irme por otro lado para no chocar con ellos”.

Indica que su otra hija y ella usan el mismo teléfono y a veces, cuando alguien pregunta por Miyallenla, su hija le atiende y le dice a la persona que su mamá está en su cuarto, “en su mundo”.

“A veces paso hasta 15 días en el cuarto. Sí salgo y me baño, pero paso el tiempo en la cama. Me agarra la nostalgia, la depresión y lo que hago es llorar. Voy al cementerio, a veces ando como en el limbo. Ya no soy la misma de antes (…) Una de mis nietas me ve y me dice que estoy triste por su tío ‘Maikel’. ‘Mi tío nos está cuidando’, me dice”, cuenta Miyanllenla con tristeza.

Impera la impunidad

A dos años de La Masacre de La Vega, el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea), asegura que la impunidad sigue imperando, aun cuando varias familias de las víctimas presentaron una denuncia formal ante la Defensoría del Pueblo y el Ministerio Público. Hasta el momento no se conoce avance en las investigaciones.

La organización indica que la única información oficial la difundió el director de la Dirección de Acciones Estratégicas y Tácticas, anteriormente conocida como las Fuerzas de Acciones Especiales, Miguel Domínguez, a través de un tuit donde informó el día 8 de enero de 2021 sobre el asesinato de 17 personas.

Refiere que La Masacre de la Vega es el resultado de una política de Estado contra la población civil de ejecuciones extrajudiciales generalizadas y sistemáticas en las zonas pobres de Venezuela, lo que constituye crímenes de derechos internacional.

“Una política apuntalada por una impunidad estructural que favorece la repetición de las violaciones con pleno conocimiento de las más altas autoridades del Estado venezolano”, se lee en un informe difundido por Provea.